Así describe Zona Zero la ruta ZZ-26+ Integral de Berroy:
Ruta espectacular que vuela sobre el valle del Ara en su parte media. En pocas ocasiones se encadenan más de 8Km. de sendero. Aquí sí y de altísima calidad endurera. La ascensión se hace por la cara norte del monte de Berroy pasando por Bergua. Puede haber nieve en invierno. Cuando por fin nos asomamos al valle del Ara con Canciás a la derecha y la Solana a la izda, querrías que tu bici tuviese alas para bajar volando a los prados de Fiscal. Da igual, con las ruedas también gozarás por sendas ancestrales e interminables. A partir de Asué la bajada se empina y empieza a retorcerse en un frenesí que acabará con nuestros frenos al rojo vivo.
De mañana, bien desayunados y de nuevo con buen tiempo, empezamos nuestra ruta en dirección Bergua, por una carretera recién asfaltada que asciende hasta el Camping “El Jabalí Blanco”, donde comimos al finalizar la ruta . Es un discurrir suave y placentero que nos permite disfrutar en cada revuelta de las montañas nevadas de Monte Perdido.
Ya hemos llegado a Bergua y no resistimos la tentación de visitar ese bonito pueblo. Estuvo deshabitado a mediados de siglo pasado y es uno de esos ejemplos de zonas despobladas y recuperadas gracias a la llegada de los hippiesen los años setenta, que poco a poco consiguieron devolver la vida a esta pequeña localidad del valle de Broto, situada en uno de los marcos naturales más espectaculares de la provincia, en una zona rodeada de vegetación y pinares.
Al atravesar el pueblo pasarás junto a la Iglesia de la Asunción del siglo XVI y podrás ver el curioso crismón invertido alojado en la pared lateral de la iglesia, único resto de la iglesia románica anterior. De este tiempo es el cementerio de tumbas de laja al lado de la iglesia. Recorremos sus viejas callejas hasta donde finalizan las casas y allí nos encontramos la primera sorpresa del día.
El Barranco de la Pera. Un tesoro natural que no puedes perderte.
La entrada es un portal de vegetación que se adentra en un frondoso bosque, demasiado sugerente como para no asomarse a ella. Dejamos las bicis aparcadas aparcadas en la valla del panel indicador y aceptamos la irresistible tentación de echar un vistazo, pensando que el rumor de agua que oíamos no estaría demasiado lejos.
Sin embargo el sendero nos va guiando como hipnotizados, mientras vamos descendiendo y descendiendo en un entorno tan mágico que no nos deja regresar, aún a sabiendas que tendremos que volver a subirlo.
Los 700 metros de caminata merecieron la pena, abajo en lo más profundo del barranco encontramos el río, con sus pasarelas y las pozas de agua cristalina. Nos tomamos un buen rato contemplando este lugar y haciendo fotos.
Ahora toca desandar el camino.
Volvemos a nuestras bicis para recorrer la pista de tierra que se dirige hacia las antenas que el monte posee en la parte superior. La subida es larga, constante y con un buen piso. Es llevadera, pero no tiene descanso y a tramos se atraganta el porcentaje que presenta entre revueltas de curvas y en ocasiones rectas a las que te da miedo mirar al fondo y descubrir los metros de ascensión que salva cada tramo. Es la parte más difícil, pero todo tiene un final.
El tramo finaliza rodando por la pradera superior, junto a la pardina espaldada que dará inicio a la senda de descenso. Un parón para disfrutar del paisaje, de la ascensión prolongada durante muchos minutos de esfuerzo.
Una postal que gratifica los sentidos apreciando el valle del Ara, a vista sobre Cancias, el fondo del barranco de San Salvador, el collado Fenés, Lardiés y los pueblos que muestran sus tejados y construcciones.
El bosque se puebla, el verdor sobrecoge, el aire límpido te envuelve y tú reposas sobre la hierba corta, húmeda y confortable. ¿Algo puede transmitir mejor la sensación de paz?
Llegó el momento de descender por la senda. Al ritmo de cada cual. Disfrutando del rodar complicado sobre las lajas, sobre las raíces, sobre piedra movida o canales de tierra que en su día fueron camino de herradura o conexión entre pardinas, majadas, casetas de pastores y apriscos de ganado. Jalonado de vegetación de montaña, de pinos negros, de algún abeto en la parte superior te indica que la altitud como el clima erosionan y degradan un territorio hostil, difícil de poblar y más de aprovechar en los tiempos que corren. Pero que te llega adentro.
Planodel sendero de bajada. Al fondo se ve un puntito de color.
Y contraplano. Al fondo se ve un puntito de color.
Te conmueve comprobar que en algún momento estuvo poblado, que allí se fabricaron muros para contener pequeñas tablas de cultivo y que las carboneras y aprovechamientos forestales eran fuente de recursos para la población que allí subsistía.
Poco queda de la huella humana, la etnografía describirá sus costumbres y la tradición oral recogerá las imágenes que nosotros contemplamos desde nuestra visión modernizada de la sociedad actual.
Hemos llegado al pueblo abandonado de Berroy.
Por el sendero, atravesado en un par de ocasiones por árboles caídos, el descenso es vertiginoso a tramos, pero en particular la primera parte se hace con mayor esfuerzo al presentar un desnivel negativo destacable. Sin embargo, a pesar de ser tramos técnicos, no dan la sensación de peligro del día anterior y el flow se adueña del sendero. Posteriormente hay un tramo medio que gira rodeando la montaña por el que es necesario pedalear y a veces ascender con fuerza para superar los repechos.
En ese momento ocurrió la tragedia, mi cambio saltó por los aires con un ruido desgarrador. Patilla, trasmisión y eslabones de la cadena retorcidos como un ocho, ponen fin a lo que prometía ser un final de ruta apoteósico.
Cuatro de los ocho Km. de bajada me tocó hacerlos empujando la bici hasta encontrar el camino hormigonado que utiliza la empresa de la Tirolina para llegar hasta la carretera y desde allí a Fiscal.
Un auténtico coitus interruptus, aunque las penas con pan son menos penas. ; )
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El track: Dejo el enlace del track que seguímos, ya que el mío no completa la ruta por la rotura. Aunque aquí no figura el tramo de bajada al Barranco de la Pera.
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