Nosotros hicimos una ruta de película por «Apple’s Hole».
01-Marzo- 1859 año de nuestro Señor.
Hacía tiempo que no se organizaba una batida de caza humana tan numerosa.
En Apple’s Hole, cada vez eran más frecuentes los rumores de asaltos a granjas de colonos y escaramuzas provocadas por un grupo de exaltados indios Mescaleros.
Charles Gilles comandaba el grupo. Fué elegido sheriff del pueblo desde que se instaló en estas tierras junto a un grupo de colonos en busca de nuevos horizontes de futuro . No le satisfacía la idea de llevar metales prendidos en su ropa, siempre decía con ingeniosa retranca que «metal llama metal». Pero era hombre de ley y así se lo habían pedido sus conciudadanos. Resignado, aceptó. Él sabía que los verdaderos culpables no eran los indios fugitivos de la reserva, sino contrabandistas, sacamuelas y buhoneros que engañaban a los pobres diablos ignorantes, mercadeando sus pieles y
recursos a cambio de cuentas de colores y el codiciado «agua de fuego».
Sin embargo, no podia permitir que estos renegados continuarán emulando las hazañas de sus ancestrales espíritus, mientras el alcohol corría por sus domesticadas venas , en un vano intento de recuperar su perdida dignidad guerrera. Así que no tuvo más remedio que organizar un grupo para meter en cintura a los alborotadores.
Manu «The Quiet One» tan solo hizo un gesto elevando ligeramente la cabeza para indicar que se unía al grupo. Era hombre parco en palabras, algo que Charles no necesitaba para saber con certeza, que estaría a su lado como amigo y como ayudante.
El resto de su equipo de ayudantes lo constituían hombres sencillos , con familias, con intereses comunes y sobre todo particulares, todo hay que decirlo. Como el artesano Willian Jesus, al que no le llegaban tantos viajeros para comprar sus tallas o los ganaderos Joe Anthony, Charli y Albert, que habían perdido en los últimos meses varias reses y a su mejor semental, Sultán. El tendero Robert Barri Jr. se disculpaba a diario con sus vecinos, puesto que en sus alacenas escaseaban alimentos tan básicos como la manteca, el tocino, azúcar, harina, frijoles…Unos y otros veían peligrar los ingresos de sus negocios y por tanto el sustento de sus familias .
Otra víctima de los desmanes de estos demonios era la Srta. Nancy Hoverman. Llegó una mañana soleada, con el circo Rico, proveniente de tierras de las que nadie había oído hablar. Ella era la vedette del número de prestidigitacion del dueño del cotarro, el señor Grey Shadow. No la daba este buena vida, así que un día, casada de su nómada situación y de servir de diana para su látigo antes, durante y tras cada función, decidió instalarse junto a la mujer barbuda y tres trapecistas en el soleado pueblo que…. ¡oh casualidad! , no tenía chicas de Saloon. No tardó en correrse la voz de las «nuevas razones» por las que alternar con whisky o zarzaparrilla en Apple’s Hole, y si alguno se propasaba con las chicas, ella misma se encargaba de mostrar las habilidades adquiridas con el látigo de su patrón durante sus años circenses.
El último de la partida, Big César. Dueño de la estación de postas donde recalaban las diligencias de pasajeros y el intercambio de monturas del Pony-Express
Arrancó la piedra que sustenta los cimientos de su hacienda a base de dinamita y edificó sobre ella su casa y su negocio. Y aún disponía de suficientes cartuchos como para «volarles las pelotas a esos piojosos borrachos»-decía.
Dos colonos nos acompañarían durante parte del trayecto hasta el puesto del ejército donde los custodiarían. Angel Many y su simpática esposa la Sra. Nathaly Ruca, decidieron con buen criterio abandonar sus posesiones y volver por donde habían venido , hasta que la zona quedara pacificada y se extinguieran las negras y aterradoras columnas de humo que avistaban en el horizonte.
Por último, yo. Enviado como reportero del The National News, periódico al que pertenezco. Recibí el encargo de documentar un editorial panfletario, financiado por el gobierno, sobre la vida de los indios Mescaleros en las «fantásticas reservas» que el estado proporcionaba. Nunca pensé que me vería envuelto en disturbios de esta índole.
Perezosamente encaminamos nuestras monturas hacia aquellas montañas de granito . Sabíamos que no nos pondrían fácil seguir su rastro y que íbamos a sufrir por territorios tan hostiles. Atravesarían extensas áreas de desierto, treparían por riscos donde nos tenderían emboscadas y vadearían ríos para acabar desapareciendo como fantasmas o espíritus.
Y así aconteció, desaparecieron sin dejar rastro, mientras nosotros sufrimos toda clase de percances en nuestras monturas e incluso en carnes propias. Abarcamos una amplia zona desde el Camino de Manzanares, pasando cerca del Barranco de la Joyas, vadeamos el Arroyo del Chaparral que va crecido en esta época del año, subimos a Peñaliendres que no veas si cuesta y volvimos a bajar hasta el arroyo de Pereguinos y los lanchares, La Berzosa……
Ahora, han pasado cuatro días desde que finalizamos la ruta y la he rumiado una y otra vez mientras montaba el vídeo y acabo siempre con la misma sensación: ¡Qué Go-za-da! La primera parte es sacrificada, exigente, dura y posiblemente peligrosa en ciertos tramos, pero te deja un regusto final muy agradable.
La segunda parte, tras las vistas desde el mirador, no se me va a olvidar nunca. El descenso desde Peñaliendre, atravesar el profundo reguero del riachuelo, rodar enterrados metro y medio bajo un techo de ramas. Uffff impresionante !.. La zona de lanchas, las cascadas, la subida y la madre que la parió, los dos o tres arroyos a todo trapo…ahora entiendo por qué hablaba tan rápido por teléfono al terminar la ruta. Tenía la carga de serotonina en máximos.
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