¡ Napoleón no fue capaz de conquistar Patones….. Nosotros si !
Hacía tiempo que me hablaba César de hacer un día la Senda del Genaro. Cuando no era por un motivo, era por otro, el caso es que se iba aplazando y aplazando. El viernes nos pusimos serios y decidimos que no se postergaba ni un día más. Bueno… a punto estuvimos de volvernos con el rabo entre las piernas a causa del viento con que amaneció ese día. Mientras tomábamos un café decidíamos que hacer. Valoramos la fuerza con la que el viento azotaba la copa de los árboles, la sensación térmica tras el desplome de temperaturas y los 40 kilómetros de cuestas que nos estaban esperando. Fin del café y toma de decisiones. Contra el frío uno con manguitos (gracias César), otro con camiseta y el último con cortavientos. Contra el viento..si lo vemos chungo media vuelta y punto. Contra los 40 km de cuestas…ajo y agua ; )
Nada más abandonar el asfalto del pueblo y pisar la tierra, te cambia el semblante. A mí por lo menos. Una trialerita corta y revirada provoca que te metas en faena nada más empezar. Cada día me gusta más jugar con el equilibrio. No hay tregua hasta el final, enseguida llega la primera subida. No nos ha dado tiempo a calentar ni un sólo músculo y ya estamos tirando de riñones por el primer camino empinado, de pizarra afilada y suelta, entre flores blancas y violetas de jaras y lavanda, el característico monte bajo de esta zona. Vamos frescos y lo subimos los tres sin mayores problemas. César, Goyo y yo.
Se dejan ver las primeras vistas aéreas del pantano del Atazar, impresionantes, pero aún no hemos ascendido todo lo que debemos para contemplarlas en todo su apoteosis. Antes nos dejamos caer por una empinada bajada que nos conduce a la siguiente subida. Esta vez el cuestón ya es importante, aunque a César le da igual. Se lo sube sin echar pie a tierra y le toca esperar que lleguemos arriba, a merced del viento. Aquí las vistas del pantano ya son del tipo «satélite Meteosat». La vista alcanza al norte la sierra de Madrid, un tanto tapada por las nubes y al sur se observa el infinito y más allá.
Nos recreamos más bien poco aquí, porque el viento amenazaba con hacernos volar de nuestras bicis y volvemos a descender lo que habíamos subido. Mientras bajamos apretando las manetas del freno a tope, llega a nuestras pituitarias un olor distinto al de los matorrales y pinos que nos rodean, es el olor de nuestras pastillas de frenos recalentados, abrasados por la presión de la frenada en el descenso. Al llegar abajo observamos el color violáceo y marrón que han tomado nuestros frenos de disco. Menos mal que el viento disipa rápido el recalentado y los deja de nuevo operativos para cuando toque afrontar la siguiente bajada. Antes vemos un nuevo cortafuegos elevarse vertical frente a nosotros, el mayor de todos. Hacia él nos dirigimos tragando saliva, que sea lo que dios quiera. Y cuando llevamos la mitad, nuestro GPS, otras veces traidor, esta vez nos indica que hemos de tomar un desvío hacia la derecha evitándonos lo que sin lugar a dudas sería el empuja-bike de la jornada. Aunque se de uno, que basta que le diga que no se sube, lo subiría a costa de partir buje y núcleo de sus ruedas. ; )
La bajada ahora no es pronunciada, es muy larga y tendida y podemos coger velocidad. Aunque tras ella, llega otra más pronunciada y técnica de 350 metros de desnivel en 2 kilómetros . Hace unos meses hubiera desmontado y bajado caminando toda la ladera. Algo hemos evolucionado y esta vez dominamos la bici, controlamos el derrapaje de la rueda trasera, mantuvimos el equilibrio y metimos la delantera por el tramo correcto hasta llegar abajo sin posar el pie en el suelo. Una gozada. En el fondo de la montaña, nos espera un arroyuelo cuyo curso seguimos hasta toparnos paradójicamente con la parte baja de Patones de Arriba ; ) Cruzamos por sus aún desiertas calles de turistas y enfilamos como es de suponer una nueva subida.
Pero en esta ocasión Eolo se apiadó de nosotros y consciente de que aún nos faltaban por recorrer 52 km. , se puso de nuestra parte y comenzó a soplar a nuestras espaldas. Maravillosa sensación, sentir que escalas el desnivel de una montaña sin apenas esfuerzo. Desde aquí las vistas que nos ofrece esta nueva subida son las de una ruta que hicimos recientemente por las Cárcavas y el Pontón de la Oliva y las canalizaciones del Canal de Isabel II.
Íbamos a emprender una nueva bajada siguiendo nuestro GPS cuando nos acordamos que un día lo hicimos por un senderito a mano derecha repleto de ramas y espinos, que te deja en el fondo del valle junto al río. Estrecho, pero mucho más divertido que una pista ancha y segura. jejeje Es lo que tiene la primavera, que estrangula los senderos con sus ramas y follaje.
Bordeamos la frontera entre Madrid y Castilla-La Mancha que delimita el río Lozoya. Por fin un poco de descanso para las piernas entre la umbría de dehesas y pinares hasta cruzar la presa de La Parra. Apenas 6 kilómetros para recuperar las piernas y otra vez ascendemos buscando los vientos. La subida también es conocida de rutas anteriores, pero en esta ocasión giramos a la izquierda y se desvanece la opción de buscar mis gafas perdidas.
Precioso el camino que nos lleva por pistas forestales hasta el pueblo del Atazar, a pesar del desconsuelo que supone hacerte a la idea de que todo es una larrrrrrga bajada y que ya no hay más subidas. Error. Para llegar al pueblo del Atazar hay que subir otra laaaaarga subida sin sombra y con viento. En su plaza llenamos los bidones de agua rodeados de moteros que se han dado cita allí para tomar el vermut.
Proseguimos, ahora bajamos, viento de cara frenando el descenso. Podría ser peor si fuera subiendo, que es lo que volvemos a hacer al cruzar el puente como único paso viable para colocarnos en la margen opuesta del río de la Puebla, que desemboca en el Atazar. Esta subida se atraganta y se encasquilla en las espaldas. Se escuchan las primeras amenazas de vender la bicis nada más llegar a casa, incluso de regalarla,…..etc. Coronamos a la altura de una estación de radio transmisiones y bajamos hasta Robledillo de la Jara, y seguimos bajando ( dos bajadas seguidas, que gustooo) hasta el muro del embalse de El Villar, donde disfrutamos un buen rato de la sensación de vértigo al asomarnos a los pretiles de sus muros.
Ahora si, el camino se hace más amigable. Siguiendo el track, rodamos un rato por carretera e incluso valoramos la posibilidad de seguir por ella hasta llegar al destino. Lo consensuamos y finalmente decidimos darlo todo por los caminos. Menos mal! Nos hubiéramos perdido lo que debe de ser una pista del servicio de mantenimiento del pantano que bordea su contorno. Mientras nos dejamos llevar por ella puesto que el terreno es llano, observamos a nuestra izquierda un senderito estrecho que entra y sale a la pista como invitándonos a seguirlo. Invitación que aceptamos gustosos y que nos deparó uno de los tramos más deliciosos de la jornada. Al fin llegamos a nuestro punto de destino en El Berrueco y allí, en la terraza del restaurante, al sol y al socaire o socayo del viento que dicen en mi tierra, nos sentamos a disfrutar y brindar entre jarras de cerveza fría y unas costillas churruscadas, de los recuerdos de un gran día de puro MTB y de La conquista de la Senda del Genaro.
El resto de las fotos en Flickr:
https://www.flickr.com/photos/129018704@N02/sets/72157652937436686/with/17166956034/
El tracka-track de la ruta:
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=9679554
Un saludo bikernautas
Marter
Esa ruta tiene muy buena pinta….claro que la buena descripción anima hacerla😉👍.
Otra que me apunto para rodar😊
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Te encantará Nati. Pero recuerda que es dura.
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Buenísima crónica, sin duda a la altura de la ruta 😜😜😜😜😜😜😜😜😜😋😋
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Tú si que estuviste a la altura de la ruta. Te portaste como un campeón.
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