Hay bosques encantados y bosques animados.
La ruta que nos propuso mi cuñado Carli, a Mary y a mí por el Monte Hijedo, es de una belleza absoluta. Un par de fotos consultadas en internet me bastaron para despertar mi «desarrollado instinto arácnido» y comprender que esa ruta sería una pequeña joya para recorrer en MTB. No me equivoqué.
Desde la localidad cántabra de Riopanero, punto de inicio y final de nuestra travesía, aunque hay otras variantes, seguimos una pista perfectamente ciclable y bien balizada como GR-99 Ruta del Ebro, recorriendo las entrañas de este precioso bosque repleto de robles, hayas, tejos y abedules. Atravesado de norte a sur por el río Hijedo que le da su nombre.
No he podido dejar de pensar durante todo el recorrido en el famoso libro de Wenceslao Fernández Flórez, El bosque animado. La luz que se filtraba a través de las espesas copas de los árboles, me recordaban el ambiente luminoso de la fraga que tan bien reflejó en su adaptación cinematográfica, Jose Luis Cuerda. Curiosamente, mi hija Ángela, encontró días atrás, en la biblioteca de su abuelo dicho libro, y me hablaba de cuánto disfrutaba con los personajes y situaciones que se suceden en él. Nada de lo que me contaba me era ajeno, puesto que nuestro estudio, participó en el desarrollo visual de la película que a la postre ganaría el Goya de Animación en el año 2001, con guión adaptado por Ángel de la Cruz.
Así pues, tras cada recodo del camino o tras los cambios de rasante de los repechos, esperaba toparme con alguno de los personajes que poblaban el maravilloso universo del Bosque de Wenceslao. En aquel silencio que nos envolvía, intentaba escuchar el chirriar de la pierna ortopédica de Geraldo, platonicamente enamorado de Hermelinda. Tampoco vimos al topo Furacroyos y los ratones buscando a su mujer (seguramente porque escavarían galerías bajo tierra). No pudimos ayudar a las hermanas Amelia y Gloria, que intentando curar el persistente catarro, estaban perdidas en el bosque. Ni vimos a Pilara buscando el duro perdido, que a buen seguro tenía en su poder, el bandido Fendetestas (antes conocido como Xan de Malvís, labrador metido a bandido). Por suerte no nos topamos con el clan de los gatos subversivos liderados por el gato Morriña. Tampoco se daban las condiciones ideales de niebla o crepúsculo para coincidir por aquellos andurriales con el ánima en pena de Fiz de Cotovelo, la Santa Compaña o la bruja Moucha.
Por el contrario, encontramos amplias pistas bien señalizadas y un bonito singletrack que una vez que se bifurca de la pista principal, decide unas veces zigzaguear a uno y otro lado del río Hijedo y otras desaparecer para poner a prueba nuestra intuición. Seguimos siempre su curso, vadeándolo por estratégicas piedras y disfrutando del escueto caudal de sus cascadas, mientras espera pacientemente la temporada de lluvias o un nuevo deshielo.
De repente el bosque se acaba y al abandonar su umbría, bajo un sol de justicia, entramos de lleno en una pista ascendente en dirección a Los Portillones. El paisaje a priori podría parecer menos hermoso tras haber recorrido medio camino entre la exuberancia de ramas y hojas del bosque. Sin embargo, precisamente ese contraste otorga a la totalidad de la ruta una variedad y una riqueza difícil de olvidar.
Aquí si que encontramos o nos encontró a nosotros, el odiado Pueblo Pardo. Un enjambre de descerebradas moscas, cumpliendo su juramento de hacer la vida imposible a todos los hombres a través de ataques suicidas.
El entorno cambia radicalmente, los árboles han dejado paso a suaves colinas tintadas de malva y oro, donde los labradores se afanan recogiendo la mies de sus trigales y las abejas el néctar de los brezos en flor. Tras una pequeña incursión a modo de espejismo por un brazo del bosque, aprovechamos como harían dos vascos, para sentarnos a comer sobre una «piedruca» a la sombra. Alternamos pistas de subida y bajada, entrando y saliendo de Cantabria a Castilla y viceversa. Como telón de fondo, siempre un precioso macizo montañoso cuyo nombre desconozco.
Bajamos por una carretera asfaltada hasta la iglesia del Triunfo de la Santa Cruz de Ruanales, la última sombra que disfrutaremos antes de nuestro destino final. Sentados en las bancadas de su pórtico, dimos buena cuenta de los dulces aunque calientes frutos maduros que cuelgan de las ramas de su cerezo. Desde allí, tan solo nos restaba dejarnos caer por los segados y extensos campos de trigo, enlazar con un largo y zigzagueante camino de herradura que nos deposita en la carretera que nos conduce al pueblo de Riopanero, nuestro destino final.
En definitiva, el variopinto y mágico entorno, el buen clima, la perfecta señalización y la inmejorable compañía confieren a esta ruta 5 estrellas.
Las fotos con resolución original en Flickr
https://www.flickr.com/photos/129018704@N02/albums/72157653535500733/with/19495883108/
El track de la ruta en wikilock:
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=10195204
Saludos bikernautas
Marter
Otra de las Tuyas Manolo ,( envidia sana ) paisajes preciosos para la epoca que estamos, seguir disfrutando. Un abrazo amigos
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Gracias Paco. Creo recordar q conocías El Molino de Polientes. No está lejos del monte Hijedo.
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Que ruta más chula!
Gracias Ángel por refrescarnos con esta cronica y las fotos!
Disfrutar!
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Gracias Nati por seguir dedicando el tiempo de tu café a leer mis crónicas.
Espero que durante ese tiempo te hayas abstraído del calor de Madrid.
Te mando un soplo del viento del norte q sopla por estas tierras y un abrazo.
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