Esta que aquí os relato, es una ruta mágica, compuesta de tres momentos completamente distintos y algunos fenómenos inexplicables, mientras recorríamos insólitos lugares por las tierras del norte. Como dirían los chefs de cocina, para degustar un plato de mar y montaña.
Primera parte de la ruta.
Comenzamos Mary, Carli y yo nuestro itinerario de buena mañana, casi entre brumas, zizagueando por pasarelas de madera, entre los bermejos troncos de enanas secuoyas gigantes. Cómo!!!…Secuoyas gigantes pero enanas?
Si, habéis leído bien. Estos «gigantes» aún están en plena pubertad si los comparamos con los centenarios ejemplares que pueblan California. Allí alcanzan los 145 metros de altura en sus casi 2.000 años de existencia. En la península somos más modestos y nos conformamos con ejemplares de 60 años y 36 metros de altura que sobrevivieron a la demanda de celulosa en los años del desarrollismo. Confío que perduren también a los pirómanos que asolan en estos tiempos los bosques y montañas de Bárcena Mayor y toda la cornisa cantábrica.
Cuaderno de bitácora: Pienso que debí dejar el paso por este bosque hasta que la luz del sol estuviera en lo más alto para conseguir mejores fotos de los rayos filtrándose entre las ramas ; )
A la salida del bosque, tomamos una buena pista surcada de cortafuegos a diestro y siniestro. Mientras la recorremos, nos envuelve el frío más intenso que he sentido en la cara este año. Tanto es así, que nos topamos frente a frente con Un Mushing, una moto quad tirada por huskis siberianos. Polo Norte pero sin nieve. Nos dejamos llevar por la ligera pendiente y nos saltamos el primer desvío del track, pero aprovechamos para llegar hasta el estratégico Monte Corona, donde se encuentra enclavada la pequeña iglesia de San Antonio, en una pradera cercada por vigas de madera. Un lugar mágico, de los que merece la pena disfrutar, puesto que desde sus praderas, podemos observar hacia el oeste los nevados Picos de Europa y al girar la cabeza, el mar Cantábrico por el este. El frío ha desaparecido y sobran chaquetas y bragas.
Desandamos la pequeña cuesta hasta el desvío que nos llevará tras un rápido descenso, hacia Comillas.Vuelve una vez más el frío gélido. En el camino, venteamos el olor del mar próximo, mezclado con el olor a cieno de las marismas en bajamar, nos reímos del aspecto de una «vaca endurera» cuyos cuernos simulan un manillar de doble altura, manetas incluídas. Nos acercamos imprudentemente al gran Sultán y su nariz anillada, mientras corteja a la vaca más rubia de toda la cabaña. Frente a sus pastos se alza en un otero, la Universidad Pontificia, majestuoso edificio de ladrillo rojo. Una publicidad de carretera muy….»artesana» nos recomienda un restaurante de la zona, pero aún es pronto para comer ; ) Abajo, nos aguarda el palacio neogótico con aires venecianos de Palacio de Sobrellano, primer edificio de España en disponer de luz eléctrica y El Capricho de Gaudí, una maravilla arquitectónica convertido por fin en museo.
El segundo atractivo del día llega al detenernos frente al mar, hecho este, que para aquellos que vivimos tierra adentro, es siempre celebrado con gran júbilo. Recalamos primero en las playas de Comillas, junto a la estatua de bronce de una sardinera, más adelante recorremos grandes tramos de la ruta de los 10.000 del Soplao, señalados aún por flechas, bordeando los acantilados hasta llegar a Cóbreces, donde se encuentra el espectacular Molino Bolao, con su cascada y el mar abierto rompiendo contra los acantilados. Impagable momento para la contemplación. Quién dijo prisas? esto hay que disfrutarlo y alargarlo todo lo posible.
Cuaderno de bitácora: hemos catado ligeramente algunos tramos de la ruta Los 10.000 del Soplao y tiene que ser muy dura esa ruta. No hacerla, repito, no hacerla , ).
Tras dejar Cobreces y el mar, volvemos a las montañas.
Atacamos la tercera fase de la ruta. El ascenso a las abandonadas minas de Udías. Las anchas y compactas pistas se tornan estrechos y rotos caminos ascendentes. Tramos embarrados que es mejor no recorrer en épocas de lluvias. Grandes rebaños de caballos pastando y bosques de eucaliptos patrullados por un abuelo y sus infatigables nietas contando historias de brujería. También vimos tractores con motores invisibles que solo los tontos no ven, un banco situado estratégicamente en un cruce de cuatro caminos con unas vistas fantásticas del valle. Entre la vegetación asoma un pozo de extracción de una mina abandonada, que paradójicamente, estaba repleta de gente. Hacia allí nos encaminamos y fisgamos un poco entre sus ruinas, antes de emprender los tramos finales entre largos y estrechos callejones escavados en la roca, que nos condujeron ante dos pequeños pero muy oscuros túneles en los que nos introdujimos. Una delicia de ruta para montar en bici. El resto del trayecto es dejarse caer hasta el parking donde dejamos los coches.
Cuaderno de bitácora: Abstenerse de recorrer las minas de Udías en temporadas de lluvias. Terreno muy arcilloso.
No quiero terminar esta crónica sin dejar de mencionar dos momentos fuera de ruta, pero aún así fantásticos y agradecérselos a mi cuñado y amigo Carli:
- La comida en uno de los pueblos más bonitos de España, Bárcena Mayor.
Y el otro gran momento del día:
- El viaje de regreso por el Puerto de Saja, Palombera y Brañosera. Una maravilla de montañas llenas de pequeños senderos y pasos preferentes de batracios, que sin duda estudiaré para futuras rutas puesto que han despertado mi curiosidad. Gracias, me encantó.
El track de la ruta en Wikiloc:
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=11769287
El resto de fotos en Flickr:
El vídeo en Vimeo:
Saludos Bikernautas
Marter
Que ruton os habeis marcado, me encanta el paisaje y la cronica (envidia sana)me alegro que la hayais disfrutado.
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