Tus deseos son órdenes
Patrimonio Nacional tiene restringido el paso de los madrileños y visitantes por el hermoso valle de Cuelgamuros. Allí se encuentra el conocido Valle de los Caídos, presidido por la cruz cristiana más grande del mundo y una monumental obra de ingeniería escavada en la roca, imitando la grandeza de los monumentos antiguos, desafiando al tiempo y al olvido para conmemorar tiempos pasados. No voy a cuestionar el simbolismo de dicha obra, puesto que caería en el mismo error bárbaro de aquellos talibanes que han decidido borrar todos los monumentos que componen la historia de su país. Pero si que deseo expresar mi indignación ante el secuestro de uno de los valles más bonitos de la sierra de Madrid para recorrerlo por aquellos a quienes nos gusta descubrir nuevos rincones y montañas. Puedo entender que mantener dicho complejo acarree una serie de desorbitados gastos y deban cobrar entrada a quienes desean internarse en su basílica y contemplar su cúpula y sus pasadizos. Lo que no es de recibo es acotar el paso a todo un valle que financiamos los españoles con nuestros impuestos. Es una lástima recorrer sus pistas colonizadas progresivamente por las zarzas y la maleza así como sus deterioradas fuentes.
Tanto si deseas acercarte hasta la gran explanada frente a la Basílica, como si deseas llegar hasta el Monte Abantos es un camino sin salida, estás obligado a saltar sus muros en dos ocasiones, salvo que en este último caso des un enorme rodeo por cotas más altas evitando sus «tapias medievales».
Nosotros partimos desde el Embalse de La Jarosa con intención de visitar esta zona tan poco frecuentada. La gran cruz es el epicentro de toda la ruta, puesto que desde los primeros metros bordeando el embalse ya se hace visible en la lejanía. A los dos kilómetros giramos nuestro rumbo hacia lo que sería una subida sin descanso por una pista asfaltada y pendiente, muy recta y larga, conocida como Camino de la Carrasqueta. Cinco kilómetros más tarde esta pista se bifurca y deja el asfalto para convertirse en pista de tierra, acercándonos hasta el mismo muro del recinto. Durante el ascenso encontramos ciclistas y senderistas de la zona a los que preguntamos sobre la legalidad de lo que pretendíamos hacer. Todos ellos nos respondieron lo mismo que anteriormente yo había leído en internet: –«Mucha gente entra, pero está prohibido saltar el muro. Si te pilla la Guardia Civil o los forestales, te pueden sancionar hasta con 600€ de multa, aunque lo normal es que te «inviten» a salir del recinto lo más ràpido posible».
Valoramos todo esto y nos encaramamos al semiderruido muro para pasar nuestras bicis. Huelga decir que Mary no tenía ni idea de la cuantía de las sanciones en ese momento, ya que de haberlo sabido, habría abortado la aventura pues un itinerario de montaña no compensa el coste de 1.200 €. Sin duda es mucho más sensata que yo. Imaginaos la cara que puso al enterarse al final de la jornada. Ejem, ejem…
Bien, tras sortear este muro, retomamos la marcha en silencio tenso, con el culillo prieto y una intranquilidad que no nos dejó disfrutar demasiado del camino. Qué mal… y que bien al mismo tiempo!. LLevamos tan solo quince minutos de ilegalidad, aún tenemos que atravesar todo el Valle, pasar por delante de la puerta de la explanada, luego rodar por el poblado donde viven los trabajadores y mi mente no deja de idear nuevas excusas en el caso de que nos detenga la «meretérica». Es esa sensación de travesura que hace latir tu corazón a mayor velocidad de lo normal. Y no eran las cuestas las causantes de la arritmia. Afortunadamente, a medida que trascurren los kilómetros olvidas esa preocupación, hasta que crees oír de nuevo voces o el motor de un coche en la lejanía. Vuelves a entrar en vigilia y piensas… Esta vez si, seguro que son ellos. Estamos perdidos. : (
Como dije anteriormente, la enorme cruz es el epicentro de todo el recorrido y creo haberla fotografiado desde diez puntos de vista distintos. Las mejores fotos y más cercanas las hicimos desde el Mirador de La Portera del Cura, que dispone además de un banco de madera desde el cual admirar el Risco de la Nava por la parte de atrás, donde se encuentra La Abadía y su claustro rectangular. Llegados a este punto todo es cuesta abajo. Descendemos las rápidas pistas repletas de zarzas y moras gigantes (es lo bueno que tiene no estar masificado), entre frondosos pinares hasta alcanzar la carretera principal que une la puerta de entrada con La Basílica.
Aquí nos encontramos con dos ciclistas que bajan raudos, a los que preguntamos si hay «moros en la costa» y nos responden que a ellos los guardias acaban de echarlos del Poblado. Glups!!! Estamos en un punto sin retorno, la idea de volver a subir todo lo bajado es impensable, así que… tiramos p´alante. Tomamos la desvío hacia el Poblado y llegamos a la escalinata que sube a la enorme explanada de 30.600 m2 frente a la Basílica. Ni rastro de guardias. Genial la panorámica de la Cruz desde aquí. No nos demoramos tanto como nos hubiera gustado, nuestro atuendo ciclista nos delataba demasiado en un espacio tan abierto. Nos habría gustado acercarnos hasta el Pórtico de entrada hecho en bronce y recorrer las dos galerías que flanquean la entrada. La cámara de Charli se queda sin batería aquí y ya no me deja grabar más. No importa, ha durado lo justo, aunque aún quedaba por visitar la última parte proyectada del recorrido: La Ermita del Altar Mayor.
Seguimos internándonos más y más en «territorio comanche» para llegar hasta la Ermita. De repente, en un cruce nos topamos un Land Rover de forestales que pasa de largo a toda pastilla. No contentos con tentar una vez más a la suerte, nos paseamos por todo el perímetro del Poblado de los trabajadores del Valle. Saludo educadamente a otro de de los forestales que sale en ese momento de un edificio y que lleva un walkie-talkie. Se me queda mirando un momento estupefacto, sin dar crédito al morro que estoy echando. «Ahora si que nos da el alto, hasta aquí hemos llegado». -Me digo a mi mismo sin dejar de dar pedales con naturalidad. Finalmente me devuelve el saludo de manera seca. Mientras nos alejamos Mary me pregunta si vi a los del 4×4. «Madre mía, lo veo y no lo creo»!- pienso yo. Los letreros de prohibido el paso, paso restringido para operarios..,etc. se suceden cada vez con mayor frecuencia y nosotros nos los vamos saltando uno tras otro como si nada. Una nueva rampa y llegamos a un camino enlosado que finaliza en una larrrrga escalera que da acceso a la Ermita. Aprovechamos para hacer un pequeño avituallamiento.
Tras esconder y camuflar las bicis subimos los 389 escalones de granito, donde disfrutamos de uno de los mejores miradores de la sierra. Las vistas y el airecillo que corría invitaban a permanecer más tiempo allí, pero teníamos que recuperar nuestras bicicletas, así que descendimos la escalera, tomamos una pista a la derecha en bajada para atravesar por otro lado el muro del recinto esta vez tan desmoronado que podría haberlo pasado montado y tras sucesivas y rapidísimas zetas y algún que otro tramo más complicado por la pendiente y lo descarnado del camino, llegamos al embalse de La Jarosa y desde allí al chiringuito donde finalmente respiramos aliviados mientras nos tomamos una cerveza mirándonos con cara de…Fiiiuuuu, nos la hemos jugado!
Lo dicho, una ruta con otro tipo de emociones.
El track en Wikiloc:
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=14952877
Las fotos en Flickr:
El Video en Vimeo:
Saludos Bikernautas
Marter
Lo prohibido siempre sabe mejor 😏😏😏😏
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Si Goyo, pero cuando tiene final feliz. No mola ir así de inquieto en una ruta. No disfrutas.
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Vuelvo a retomar la lectura de tus crónicas, después de un verano aventurero….. y que me encuentro?
Prohibiciones? Pasos restringidos? Esto qué es?.
Me alegro que no pasara nada con los forestales😉
La ruta muy chula y el vídeo genial, sobretodo la música elgida👍
Un fuerte abrazo y un beso.
Nati
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Bienvenida al blog. Me alegra saber q vuelves a amenizar tu café matutino con vídeos y crónicas en lugar de tertulias radiofónicas . Jajaja
Coincido contigo con la canción. Me ha dado por la música Indie nacional.
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