«Todo estaba dispuesto, aunque nadie lo supiera, porque la vida no avisa…»
Con esta sentencia inicia Jose Luis Sampedro la novela que da origen a esta ruta. Segunda entrega de Grandes Escapadas, desde donde intentamos conocer durante un par de días, los mejores rincones de España y su historia. En esta ocasión, acompañados por buenos amigos como César, Rocío, Ángel y Nati, seguimos el curso del río Tajo, por donde Los Gancheros conducían las maderadas de pinos hasta la capital, recorriendo el sureste de la provincia de Guadalajara y el nordeste de la de Cuenca.
Nuestra aventura comienza a 190 km. de Madrid, en Rillo de Gallo. Tocó madrugar. Nuestra intención era realizar una ruta circular de 63 Km para visitar el Castillo de Molina de Aragón, que como reza el eslogan es «Señora entre las Señoras», el Santuario de La virgen de la Hoz y sus barrancos y la casa del estilo Gaudí denominada como el CAPRICHO RILLANO. Todas estas intenciones se desvanecieron a escasos 700 metros de iniciar la marcha. La inoportuna rotura del trinquete de mi rueda trasera nos obligó a buscar alternativas. Tras largo tiempo anudando el núcleo a la piñonera, el entramado de bridas y alambres no nos daba demasiadas garantías de aguantar la kilometrada que teníamos aún por delante. Así pues, mientras las chicas hacían el itinerario en bici hasta Molina de Aragón, nosotros las esperaríamos allí mientras buscábamos un taller de reparación. En dicho taller se confirmó la rotura del trinquete, sin embargo no disponían de semejante pieza así que sincronizamos con la pareja que tenía pensado llegar por la tarde, la compra de la minúscula pieza en Madrid. He de agradecer a mi tocayo Ángel Manuel, su peregrinar por distintas tiendas de Madrid en busca de la famosa miniatura y lo eficaz que fue en todo momento. Sin su tesón y paciencia, el fin de semana hubiera resultado un fiasco absoluto. Finalmente llegaron buenas noticias: Tenía la pieza en su poder. Quedaba por resolver la duda de si el taller abriría por la tarde para repararla. Jesús, que así se llama el dueño del taller, es como el resto de gente de esta tierra. Amables y tranquilos, sin prisas. Dispuestos a conversar con el primero que pase. Como la señora del balcón de la casa de enfrente, que nos comenta que el taller está cerrado, porque él está almorzando, pero no tardará en volver. Conoce sus usos y costumbres y el nombre del hermano que también tiene otro taller y quizá pueda darnos su teléfono para llamarlo. Como el repartidor de la furgoneta, que no duda en hacer un alto en su trabajo y nos habla de trialeras y bicis y rutas por la zona, aunque él es motero. Me estoy desviando del tema y hace tiempo que no sabemos nada de las chicas. Era la primera vez que realizaban una ruta solas y por territorio totalmente desconocido. La comunidad de Madrid la tienen bastante transitada, pero esto está muy desolado. No habían manejado antes, ni se habían preocupado por saber cómo funciona un GPS. Sin embargo se lanzaron a la aventura y las fue bien, de repente recibimos una llamada diciendo que veían las almenas del imponente castillo que preside Molina de Aragón. Disfrutaron de un bonito pinar resinero bastante salvaje por lo poco transitado y de unas bonitas praderas que encontraron en el camino.
Mientras ellas llegaban, las esperamos comiendo unas barritas energéticas de la tierra.
Teníamos tiempo hasta las 6 de la tarde, así que decidimos visitar a pie el Santuario de la Virgen de la Hoz. Una verdadera maravilla, digna de un escenario de un western rodado en Colorado. El río Gallo ha labrado en el terreno una gran hoz, que se ha convertido en uno de los lugares más bellos y espectaculares del Parque Natural del Alto Tajo. A escasos metros, antes de llegar al Santuario nos encontramos, vigilando la carretera, la primera de las espectaculares bellezas en piedra: el Huso, monolito labrado en conglomerados. El tiempo nos acompañó y nos permitió ascender los 270 escalones hasta alcanzar la parte alta de los miradores, desde donde contemplamos un paisaje espectacular mientras dábamos por fin buena cuenta de un bocata de jamón y una bota de vino, que llevábamos a la espalda desde las 7 de la mañana. Delicia suprema!
Desde estas alturas es más fácil comprender que los milagros suelen producirse en lugares que bien lo merecen….
A las 6 llegaron nuestros salvadores Nati y Ángel con las piezas de repuesto. LLamamos a Jesús y en el tiempo en que el Madrid metía dos goles al Español nos dejó la rueda operativa. Dame cuatro o cinco euros -me dice al preguntarle por el precio. Le doy cinco y me dice que con cuatro es suficiente. Me quedo atónito ante el regateo a la baja. En Madrid esto no se estila. Insisto, toma los cinco por las molestias y te tomas un café -le digo. Finalmente acepta. Cargamos bicis en los coches y ponemos rumbo a nuestro hotel rural en Poveda de la Sierra, puesto que desde allí partiría al día siguiente nuestra segunda ruta. Desde la carretera se nos hace la boca agua divisando las pistas que recorreremos al día siguiente entre farallones y cañones verticales. En Casa Parri, que así se llama el hotel, nos reciben Andrea y por supuesto Parri, del que luego hablaremos. Esa noche nos permiten guardar las bicis en una bodega y tras terminar la ruta al día siguiente, nos ceden una habitación donde poder ducharnos y cambiarnos. Un detallazo. Cenamos allí una gran variedad de carnes a la brasa muy sabrosas. A destacar el conejo, el secreto y las chuletillas. Los pimientos rellenos de corzo…psseee, poco cocinados para mi gusto.
Parri, el dueño, es todo un personaje. No conoce el estrés, se cena sin prisas, aunque no desatiende a los clientes. Entre plato y plato, él va picoteando mientras se pasea por el comedor con su copita de vino, conversa con los clientes del comedor y del bar y si le preguntas por alguna ruta del Alto Tajo….entonces se para el mundo. Se sentará a tu lado en la mesa, sacará lápiz y papel y entre anécdotas de su infancia y chascarrillos de todo tipo, te explicará las veces que sean necesarias, que la ruta que tienes en mente hacer y todos los planes previstos están equivocados. Entonces te diseñará la ruta perfecta por el parque, para que todo el camino, excepto el comienzo, sea una cómoda bajada. Así fue. Cambiamos los planes, pintamos la nueva ruta en el portátil y la pasamos a los GPS y nos fuimos a dormir. Las habitaciones no son especialmente confortables. Se echa en falta al menos una silla.
A las 8:30 de la mañana, como quedamos la noche anterior, tenía el fuego de la chimenea a plena potencia, las tostadas listas, el tomate natural triturado, los cafés y colacaos a punto y un surtido de frutas en sus cajas de madera para servirse a voluntad. También había un jamón, pero no se si entraría en el desayuno.
A las 9:30 empezamos a rodar siguiendo el nuevo track. Tras dos km. de carretera con ligero ascenso, nos desviamos a la izquierda y abandonamos el asfalto por una pista de tierra en buenas condiciones. El barro de las últimas lluvias estaba congelado y se circulaba sin problemas. Ocho km. más tarde, entre pinares, llegamos a la parte más alta de la ruta, el Alto del Palo, desde donde se obtiene una inmejorable panorámica de lo que Parri llamaba Hoyo Redondo. Tras las fotos de rigor, iniciamos un rápido descenso de 10 km. con algún pequeño repecho hasta el cruce con la carretera CM 2106, donde giraremos a la izda hasta atravesar El Puente de Martinete, que delimita las provincias de Guadalajara y Cuenca.
Aquí empieza lo realmente bonito de la ruta. Seguimos el cauce del Tajo, entre barrancos y torrentes. Sorprendidos por el intenso color verde de sus aguas y por las fantásticas paredes verticales que se elevan a ambos lados del camino, nos detenemos una y otra vez para asomarnos a sus miradores y fotografiar el paisaje.
Durante otros 10 Km. seguimos un sube y baja por GR-10 GR-66, con buen firme hasta alcanzar las Lagunas de Taravillo y el Puente Colgante,que tras atravesarlo se dirige hacia las Casas del Salto.
La única parte técnica de la ruta y que te obliga aponer el pie en un par de ocasiones. Una vez arriba, se siente el murmullo del agua a medida que te acercas al Salto de Poveda. Una maravilla de cascadas rebosantes de agua. El salto es un proyecto de presa abandonado a causa de las filtraciones que se detectaron en la estructura.
Los últimos 13 kilómetros siguen el curso del río hasta el punto de inicio de nuestra ruta en Poveda de la Sierra, aunque nosotros decidimos terminar subiendo por la carretera para no demorar demasiado nuestra llegada al hotel, donde nos esperaba Parri con las brasas a punto para preparar nuevas carnes.
No es lo que parece…. o si. jajajaja
Un gran fin de semana. Gracias a todos por todo.
El track dibujado con Parri en Wikiloc:
https://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=16465405
El resto de fotos en Flickr:
El Vídeo en YouTube y Vimeo:
Saludos Bikernautas
Marter
Genial la crónica y el video😉
Que bien lo pasamos,pum pum pum 😂
Y no tires mi biciiiiiiiiiiii, con lo bonita que es😆
Un abrazo y nos vemos en otra😜
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No la tiro noooo. Pero es más bonita la «plateá». Gracias por todo el finde. El próximo ya está en marcha.
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Como mola el video,manolo.cada dia te superas.en agosto nos vamos ala selva de irati
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Si si. Pero antes de Irati habrá otras.
Genial el fin de semana. Gracias
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Jo! Cómo lo pasamos!! A ver cuándo repetimos!
Las rutas, muy chulas y el entorno
guapo, guapo 😉
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Ya se está cociendo la próxima.
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