Un intenso día de viaje desde Amberes para llegar hasta nuestro hotel y visitar Amsterdam. Muy a nuestro pesar pasamos de largo por Breda, Róterdam, La Haya y Haarlem, este último especialmente, pero creímos que la ciudad merecía dedicarle en exclusiva todo el tiempo posible.
Normalmente somos partidarios de buscar el hotel más céntrico posible a costa de sacrificar comodidades ya que permanecemos en las habitaciones el tiempo mínimo posible. Esto nos permite visitar una gran parte de las ciudades caminando. En Amsterdam hicimos una excepción, porque pensamos que no sería una ciudad cómoda para entrar con nuestro coche hasta el hotel y por el problema de escasez y precios de los parkings.
Tomamos la decisión de alojarnos en el Hotel Joy, situado junto a la estación de ferrocarril Bullewijk a 20 minutos del centro. En la estación hay máquinas expendedoras, donde se adquieren los pases individuales por 8 € para montar durante 24 horas. No es complicado realizar el trámite, aunque una familia de españoles que finalizaban su estancia y que habían tomado la misma decisión que nosotros, nos ayudó a adquirir los billetes.


Llegamos a Central Station, situada en el norte de la ciudad. No lejos de allí se encuentran los muelles de los botes para visitar los canales. Creo que tomar este viaje en barca es la única decisión de la que me arrepiento. La respuesta es sencilla, si has visitado los canales de Gante o Brujas, no encontrarás nada que lo supere en Amsterdam. Mi consejo si vienes de esas dos ciudades es que te ahorres el viaje por los canales de Amsterdam.



En realidad Amsterdam me causó cierta decepción, puesto que era el objetivo principal del viaje, pero haber pasado antes por Brujas, Gante, Bruselas y Amberes, puso el listón demasiado alto a nivel artístico y paisajístico, de ahí mi indiferencia. Si hablamos de calles animosas y ambiente turístico, en ese caso Amsterdam no tiene rival, sobre todo a medida que va cayendo la noche.




Tras la primera decepción del viaje por los canales, nos dedicamos a deambular por sus calles y callejuelas.















En ellas encontramos todos los tópicos que definen un país como Holanda. Los mercados de flores, principalmente los tulipanes plastificados o semillas y bulbos porque ya no es temporada, los enormes quesos de Gouda, los típicos zuecos, las tiendas de montañas de patatas fritas y las miles de bicicletas que circulan por todas sus calles.





Por supuesto no podíamos dejar de visitar el archiconocido, pintoresco y ya decadente Barrio Rojo. Situado en la parte antigua de Ámsterdam, es el más visitado por los turistas que, curiosos, nos acercamos atraídos por el placer de lo prohibido. Esta tradición se remonta hasta la edad media, donde los burdeles de Ámsterdam eran administrados por el Sheriff y sus hombres de confianza, hasta que en el siglo XVII aparecieron las primeras vitrinas en esta zona. En los escaparates, las mujeres ofrecen sus servicios y contribuyen con sus impuestos como cualquier trabajador holandés, aunque la tendencia está cambiando y muchas ventanas permanecen vacías puesto que las prostitutas dicen que la presencia de visitas guiadas está afectando su negocio porque espanta a los clientes que no quiere ser vistos entrar a sus habitaciones. Esto, sumado a que muchos clientes encuentran a las prostitutas a través de internet, y contratan sus servicios en su casa o en un hotel. Nuevos tiempos, nuevas costumbres y acudir en masa a ver a las prostitutas ya no es de este siglo.






No podemos olvidar otro de los sellos de identidad de la ciudad: Los Coffee Shop. A primera vista podría parecer simplemente una cafetería o un bar, pero en ellos está legalizada la venta y el consumo de marihuana en sus diferentes formas, la habitual de fumar, en pipas de agua, infusionada como un te, o bien en pasteles y magdalenas. Lo contradictorio es que en ellos no venden bebidas alcohólicas, y lo que es más sorprendente aún, aunque fumar hachís y marihuana está legalizado, en ellos no está permitido fumar tabaco. Al igual que las visitas del barrio rojo, son una especie en extinción y de los casi 1000 coffee shops que había en Ámsterdam hace 10 años, en la actualidad se pueden contar unos 150 debido a la presión que ejercen los países vecinos y a la del propio gobierno holandés para reducir este tipo de turismo, más costoso que lo que genera.

El vídeo de Amsterdam
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Marter
Siento discrepar contigo sobre la ciudad de Amsterdam; a mí me encantó y tiene algo especial en el ambiente que no me dejó indiferente. De acuerdo en que el viaje por los canales sobraba, después de Brujas y Gante, pero el resto es una ciudad totalmente recomendable. Lo de las bicis por las calles es posible que te lo hayan contado pero cuando lo ves, alucinas la variedad de gente y lo distinta que puede ser a otras ciudades.
Otra más y…. a por la siguiente 😉
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Tienes razón, hay «algo especial» en el ambiente… ; ) me alegro que te gustara tanto. Seguimos viaje.
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