E-Bikernautas

En el Puerto de Somosierra existe una Dehesa Boyal considerado como uno de los bosques más hermosos de la Comunidad de Madrid, ya que su enorme variedad de acebos, robles, cerezos, avellanos, servales y, sobre todo abedules, tiñen sus hojas de múltiples gamas de colores, conformando un espectacular mosaico.

Nuestra ruta comienza tras atravesar una verja junto a la la antigua N-I. Tras un ligero tramo de ascenso nos introducimos en una bifurcación de caminos a elegir.

Si eliges el camino del medio te entras en la dehesa entre tapias y túneles de vegetación hasta llegar al primero de los múltiples riachuelos que sortearás en el trayecto.

Poco a poco, a medida que vas ascendiendo, los tonos verdes de los árboles van dando paso a una amplia gama amarillos formados por robles albares centenarios, que se tornarán ocres entre abediles singulares y finalmente, al llegar a la fuente de la Fuentefría, un pilón donde se concentran los árboles de mayor porte y espectacularidad.

Desde allí podrás contemplar sentado sobre un enorme abedul horizontal, la explosión de intensos tonos rojizos y bermellones.

Frente al desagüe de la fuente, el camino se desdibuja y se pierde entre arbustos hasta las praderas donde pasta mansamente un enorme e inofensivo Sultán. Allí nos espera un mirador desde donde divisamos la paleta de colores en toda su amplitud.

Volvemos a dirigirnos hacia la fuente, y esta vez nos dirigimos hacia la izquierda, buscando el arroyo, para cruzarlo y bajar por su margen derecha. El camino es imperceptible, seguimos el río hasta que este vuelve a aparecer, y nos incorporamos a él hasta llegar al cruce del inicio. La primera parte de este descenso es un poco intuitiva, incluso con un GPS en la mano, y algo farragosa si el suelo está muy húmedo o embarrado. Cuidado con los resbalones en las proximidades del arroyo, las raíces y la humedad de las rocas pueden jugarte una mala pasada. ejem ejem…como se puede apreciar en el vídeo ; )

Finalmente sorteamos los pasos más complicados del arroyo y vamos perdiendo altitud entre las tapias derruidas de antiguas fincas y tupidos bosques de Mostajos, hasta concluir nuestro paseo matutino, que nos ha brindado una de las sorpresas más desconocidas e inesperadas de la vieja Sierra de Ayllón.

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