Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Algo tendrá esta tierra cuando me atrae un fin de semana tras otro para recorrerla.
Saludos Bikernautas:
Esta ruta es una continuación de la visita que realizamos un par de semanas antes, visitando el barranco del río Bornova, desde Villares de Jadraque hasta Hiendelaencina. Una delicia de territorio, de gentes y de historias.
La Leyenda
Circula la leyenda, de que el hallazgo del filón de plata al norte del pueblo, en un lugar denominado Canto Blanco, fue puramente casual, y que el filón asomaba por un crestón baritoso, junto a un camino que recorría un platero y hojalatero italiano apellidado Fortuni, quien lo explotó en secreto e incluso acuñó moneda falsa. Trabó amistad con el alcalde de Hiendelancina y así supo que unos días después bajaría a pagar la contribución a Guadalajara. Propuso al alcalde que le cambiara su moneda de 20 duros de plata por cien pesetas.
Cuando el alcalde pagó con la moneda de plata en la Tesorería de Guadalajara, el interventor se sorprendió: la moneda parecía recién salida del troquel y hacía años que no se acuñaban. Aunque la plata era de gran pureza no era de cuño real, y por tanto falsa. El alcalde confesó la procedencia de los 20 duros y Fortuni fue condenado al Canal de Castilla sin que se averiguase el origen de la plata utilizada. Poco después, Pedro Esteban Gorriz, que realizaba gestiones de apremio, fue también castigado por alguna irregularidad en sus funciones, al mismo lugar. Allí trabaron amistad ambos reclusos. Finalmente, el italiano logró la conmutación de su pena a cambio del destierro de España. pero antes de partir, compadecido de su amigo, le rebeló su hallazgo y nada vuelve a saberse de él. Es difícil suponer que un yacimiento inmediato a un pueblo pueda ser explotado en secreto y después beneficiado el material, incluso en pequeño volumen. Más increíble es aún que renuncie a su descubrimiento en favor de otro sin obtener ningún provecho.
Sin embargo, los detalles de sus respectivos procesos dicen que Vicente Fortunato, que así se llamaba el italiano, fue condenado a cuatro años por falsificación de moneda y por sustracción de plata en la construcción y arreglo de diversos objetos, de ahí procedería el metal utilizado. Cumplió condena en Málaga y no consta que fuera trasladado a Valladolid, donde si estuvo recluido durante cuatro años Pedro Gorriz, pero con diez años de diferencia entre ambos casos, Hasta aquí la leyenda.






La Historia de Las Minas
Sobre la oscura planicie que bordea los hondos barrancos del Bornova y sus microscópicos afluentes, con los picos de la sierra encima, y la silueta de las viejas casas de pizarra contrastadas con las medio derrumbadas chimeneas de los complejos mineros, se alza hoy Hiendelaencina.
Su historia se remonta a èpocas en las que colonias romanas ya explotaron lo que en un futuro sería el dorado de estas tierras: Las Minas de plata, pero faltas de utilización y de un trabajo oportuno, quedaron muchos filones sin ser nunca aprovechados.
Sin embargo, el mayor apogeo de estas explotaciones no tuvo lugar hasta que un 2 de Junio de 1844, la perspicacia y el afán emprendedor de un navarro, don Pedro Esteban Gorriz, autoproclamado “marqués de Hiendelaencina”, hizo que éste «descubriera» el filón de Cantoblanco, creando para ello una sociedad para su explotación: Siete Amigos Valientes e iniciando ese mismo año la extracción del mineral en la llamada Mina Santa Cecilia, lo que a la postre se convertiría en el mayor filón de plata de la península ibérica. Un monolito situado en el centro de la plaza del pueblo hace referencia al hombre que cambió el destino del pueblo y de toda la comarca .
No tardaría en correrse la voz del hallazgo y a la primera mina Santa Cecilia, la siguieron doscientas bocaminas que horadaron el subsuelo con desigual suerte. Así, a la Santa Cecilia siguió la Santa Teresa (segunda Santa Cecilia), los Tres Amigos, La Vascongada, Verdad de los Artistas, La Suerte, La Fortuna, Santa Catalina, La Perla, La Cubana, El Relámpago, Bonita Descuidada, San Carlos, y las que visitamos en este paseo: Nochebuena, La Malanoche, la Fuerza, Malhuele, y La Salvadora. Todas ellas en estado ruinoso y sus pozos de entrada vallados para evitar caídas por accidente.
La explotación a gran escala, atrajo nuevas sociedades de capital. En 1845 se fundó en Londres la Sociedad Minera «Bella Raquel» que estableció su fábrica y poblado de «La Constante» al norte de Hiendelaencina, en un agrio paisaje de pizarras y rocas bañadas por un arroyo, donde se colocaron a los obreros y sus familias en limpias casas, formando un poblado modélico, del que hoy quedan tristes ruinas. Tenía «La Constante» no sólo viviendas y lavaderos, sino un hospital, un casino y un teatro, además de sus factorías. Como toda actividad minera, la extracción de mineral del antiguo distrito minero fue decreciendo posteriormente, entrando en una fase de obsolescencia.
Las condiciones laborales de los trabajadores debieron ser muy duras. Tenían que cumplir jornadas larguísimas, de 12 horas de duración, que se desarrollaban en galerías de hasta 400 metros de profundidad. “Los accidentes eran muy frecuentes y, entre ellos, hubieron varios mortales cada año, destacando la catástrofe de la mina «Perla» en 1864, con una docena de muertos”, confirman los historiadores. “Los jornales, en 1870, con labores a destajo, eran de dos pesetas los hombres, 93 céntimos los chicos y 83 las mujeres”, añaden.
“La dureza era extraordinaria para los trabajadores del interior del pozo, que laboraban bajo la mortecina luz de los candiles de aceite, que ellos mismos habían de aportar, y con el calor de las galerías profundas de algunas minas. Basta el detalle sobrecogedor de que en algunos sitios se llegaba a 47ºC; a lo cual debe añadirse la ventilación escasa y el polvo producido por las perforadoras mecánicas”
El último minero de Hiendelaencina murió en 2009. Se llamaba Félix Vacas.
Este patrimonio minero y un paisaje ganadero actualmente abandonados y arruinado, pero que mantienen visible las huellas del proceso de explotación, es el que nosotros queremos recorrer y conocer en este nuevo viaje.







Nuestro Itinerario
Nos acercaremos a las instalaciones de las minas abandonadas, pero también entraremos en las tainas ganaderas construidos al serrano modo, con sus muros de gneis y sus tejados de pizarra, cuyas vigas de madera aún soportan el pesado techado de grandes lajas. Recorreremos viejos caminos a punto de desaparecer, atravesaremos preciosas praderas moteadas de miles de florecillas, allí donde el camino se difumina. La sorprendente imagen de un viejo seiscientos volcado desde tiempos inmemoriales en mitad de la nada nos plantea:
!Cómo demonios pudo llegar hasta allí!
El camino se bifurca para bajar zigzagueando hasta el río Bornova, que a estas alturas se ha convertido en la cola del embalse Alcorlo y su caudal este año supera la cota que quizá nos hubiera permitido bordearlo, para visitar las ruinas de viejos puentes y molinos sumergidos en él. A cambio, los deportes naúticos disfrutan a toda velocidad entre la verticalidad de sus barrancos.
Mi vena ciclista aparece sobresaltada ante esta sucesión de preciosas zetas que descienden hasta el borde del río, sin escapatoria posible. Comienzo a hilar en mis recuerdos las posibles líneas por las que ha transcurrido nuestro itinerario. Pagaría gustoso el peaje de volver a remontarlas y quizá un día lo haga.
De paso encontraría a Bilbo, que quedó allí, entre las ruinas del malacate de la Mina la Fuerza.
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Marter
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