El Pico del Lobo no es una montaña a la que pienses volver tras visitarla por primera vez.
La distancia desde Madrid hasta cualquiera de los puntos de inicio (casi hora y media) y sobre todo la dureza de cualquiera de sus líneas de escalada hasta alcanzar sus 2246 m., te aconsejan no repetir esa experiencia.
Sin embargo, va pasando el tiempo y los recuerdos de aquellos esfuerzos por alcanzar su cumbre se desvanecen hasta que un buen día tan solo predominan en tu memoria los mejores momentos de aquella ruta. La compañía de Rafa (Quequio), las vistas panorámicas desde su geodésico y una tremenda bajada hasta Montejo de la Sierra por el GR-88 ,el GR más bonito de los que atraviesan la Comunidad de Madrid, (cada vez más engullido por la vegetación por falta de mantenimiento y uso). Ah, se me olvidaba, y las e-bikes!!
Ese buen día llegó dos años y tres meses más tarde y volvimos a sentir la necesidad de volver a subirlo y además compartirlo con nuestros amigos Toño y Naty. Pero como nos gusta cartografiar el mundo, en esta ocasión decidimos hacer el ascenso por la cara norte.
A Riaza llegamos a las 9:30 tras hora y pìco de carretera. Allí nos esperaban, tras pasar la noche en su Bunkervan, los amigos. como pronosticó el infalible Meteoblue, La mañana amaneció soleada, pero aún estaba escarchada la hierba de las praderas y costaba salir del microclima de su caravana. Iniciamos el pedaleo con parsimonia, comentando las rutas de la semana anterior y recorriendo nuevos senderos hasta alcanzar la Ermita de San Benito. Este camino nos nos gustó tanto como en ocasiones anteriores, que seguimos la senda del Sendero Juncal que se internaba por el bosque de robles y helechos hasta llegar a dicha ermita.
A pocos metros de ella, tomamos la carretera durante un kilómetro y medio. En el lado opuesto comienza un camino con barrera y una señal con un cartel atornillado de manera poco ortodoxa, donde pudimos leer prohibido el paso de senderistas, caballos y bicicletas. Aquí comienza la verdadera ascensión hasta el collado del Cerro del Aventadero. Tres rampas consecutivas de porcentajes
A pocos metros de ella, tomamos la carretera durante un kilómetro y medio. En el lado opuesto comienza un camino con barrera y una señal con un cartel atornillado de manera poco ortodoxa, donde pudimos leer prohibido el paso de senderistas, caballos y bicicletas. Lo ignoramos puesto que nos obligaba a tomar un sendero más alejado y mucho más vertical. Aquí comienza la verdadera ascensión hasta el collado entre Las Peñuelas y el Cerro del Aventadero. Tres rampas consecutivas de desnivel importante y terreno muy roto se encargan de recordarnos la exigencia de este pico. Al llegar a la cuerda, nos tomamos un descanso antes de atacar las últimas y tremendamente exigentes rampas que nos separan de la cima.
En la cima se repiten las mismas escenas de la vez anterior, multitud de senderistas disfrutando de las vistas y del soleado día, al socaire de las rocas por el lado sur del geodésico.
Nos alejamos de las perennes ruinas abandonadas por un tramo freeride bastante vertical, hasta volver a enlazar con el sendero de la cuerda de la Pînilla por el que habíamos subido minutos antes. Aunque está muy empinado en algunos puntos, es camino ancho y se baja tirando de freno. El Cerro del Aventadero tiene pasos expuestos y complicados con caída peligrosa por el lado izquierdo, por lo que es conveniente tomar precauciones. El resto del tramo hasta el Collado de San Benito es una línea recta de kilómetro y medio de gran desnivel y terreno pedregoso.
Decidimos llegar hasta el Pto. de la Quesera dando un rodeo por la pista forestal en lugar de seguir la cuerda por el Calamorro de San Benito y las Caseruelas, porque la batería de mi bici anunciaba 2 km de autonomía. Por cierto, los madereros han destrozado esta pista.
La imagen que contemplamos en el Pto. de la Quesera nos dejó boquiabiertos. Decenas y decenas de senderistas subían y bajaban por el Camino Viejo de Peñalba de la Sierra que pretendíamos seguir hasta el Hayedo de La Pedrosa o almorzaban entre las peñas del Colladito. También nos sorprendió la cantidad de coches aparcados tanto en lo alto del Puerto como en cada tramo de carretera donde podía caber algún coche. Llevábamos años visitando esta zona en diferentes estaciones y jamás habíamos visto tal aglomeración de personas. Menos mal que la gran mayoría de aquellos que nos encontrábamos al pasar eran agradables de trato y unas veces ellos y otras tantas nosotros nos cedíamos el paso con educación y sin malos rollos. En el monte cabemos todos, aunque ellos sean 300.
La entrada al hayedo es….como contemplar los rayos de sol atravesando una vidriera de mil colores. Ni siquiera el vídeo es capaz de mostrar la variedad e intensidad de sus colores, pero puede servir de ejemplo. El recorrido por este bosque es orgiástico, los ocres y rojizos de las hayas dan paso a los amarillos de los robles hasta alcanzar la carretera. Por cierto, han restaurado el antiguo y rústico puente de ramas por uno de madera mucho más consistente. Pierde su encanto, pero gana en seguridad.
Seguimos la carretera un trecho y entramos a Riofrío de Riaza un pocoantes de lo habitual, por una pista de tierra en lugar de la carretera. Mucho mejor esta opción. Tras atravesar el pueblo nos lanzamos a fuego por la que ha nombrado Mary su sendero favorito de todos los tiempos: La Senda de los Molinos. Espectacular, divertida, veloz…
Y así llegamos al final de esta ruta, donde esta vez el tiempo nos permitió disfrutar sin prisas de una agradable comida campestre.
Una ruta completa ruta comansi
P.D. Parece ser que hay una tercera vía de ascenso, así que….quizá haya una tercera ascensión al Pico del Lobo : )
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