Uno tras otro, los retos van cayendo como fruta madura. ( Marter-Chan : )
Hacía cuarenta años que no me detenía durante tanto tiempo a observar, cómo se afana una hormiga en transportar hacia su hormiguero, una miga de pan que la superaba en veinte o treinta veces su tamaño y peso. El «Maná» en cuestión acababa de caer al suelo del menú sobrante que no pude terminar debido a lo deshidratado que finalicé la XII MARCHA MTB VILLA DE PUEBLA DE SANABRIA. Horas más tarde, ese tupper de ensalada de pasta, me supo a gloria bendita.
De regreso a casa, un capricho del navegador del coche, nos deparó un conmovedor viaje por las carretera menos frecuentadas de la Castilla más profunda, casi abisal. Recorriendo rectas interminables, el silencioso y flamígero atardecer de tierra de campos, bajo infinitos cielos empedrados de nubes, sin árboles que se recorten en el vasto horizonte y te ofrezcan la esperanza de obtener una sombra donde recalar, atravesando pequeños pueblos de nombres que se olvidan nada más leerlos, flanqueadas por casas de adobe que aún se mantienen en pie y que a buen seguro seguirán los pasos de construcciones vecinas y acabarán por ceder ante el demoledor peso del olvido. Solitarios abuelos, esperando que otro navegador caprichoso saque a los viajeros de las lejanas autovías y los acerque por las desiertas calles de sus pueblos, mientras ellos, sentados frente a las fachadas de sus casas, los siguen con la mirada hasta que desaparecen en el horizonte.
Así estaba de ensimismado, sentado en la minúscula plaza de un pueblo de Castilla, de cuyo nombre tampoco puedo acordarme, rodeado de modernos aparatos de gimnasia HighTech entre adobes y paja, para que los abuelos desarrollen biceps, cuádriceps y trapecios. Sin sombra alguna, junto a una fuente en la que alguien dejó, bajo un roñoso chorro de agua, una garrafa de agua esperando sin prisas que algún día rebose para ir a recogerla.
De pronto, se desata el caos. A una serie de lastimeros mugidos, procedentes del establo situado al costado derecho, le sucedieron otros tantos balidos desde el flanco izquierdo, a la vez que a nuestras espaldas, dos gatos se enzarzan en una escandalosa pelea. Me desperezo.
Esto que ahora narro, es el punto final a un fantástico fin de semana por tierras sanabresas, invitados por César, Rocío y la Sra. Pilar y el Sr. Cesareo, padres de éste, a su casa de Codesal, para conocer esas tierras y así cumplir nuestro sexto reto del Rutón del Copón. El sábado lo dedicamos al turismo y visitamos los alrededores del Lago de Sanabria, subimos a la Laguna de los Peces, desde donde pudimos observar varias rutas señalizadas que parten desde allí hacia Peña Trevinca y el Moncalvo. Muy apetecibles de recorrer, quién sabe si en otra ocasión.
Desde allí nos dirigimos hacia Puebla de Sanabria para conocer un bello pueblo medieval muy bien conservado y restaurado. Con su castillo y sus murallas y un gran ambiente festivo, coincidiendo la marcha de bicis con las regatas en el Lago. Antes nos habíamos dejado seducir por alguno de los productos típicos de la tierra y sucumbimos a magdalenas y embutidos que dejaron impregnado el coche con un ambientador que alimenta. Recorriendo sus calles ascendimos por la calle principal, que al día siguiente sería rampa final antes de meta. Una pared casi vertical de 300 metros de larga con un porcentaje medio del …nta por ciento o más.
Y llegó la mañana de la carrera. Madrugamos como en todas las carreras, aunque no suficientemente, y nos dirigimos al polideportivo desde donde se inició la salida con unos minutos de retraso. Tomamos la salida en la parte de atrás del pelotón, que constaba según me iba diciendo Marta de corredores con dorsales con el número 640, 650, el 4…etc..
La carrera pretendía y lo consiguió, mostrar los mejores senderos por los bosques de Sanabria. Alternaba caminos carreteros (un tanto polvorientos tras el paso de tanto ciclista), que enlazaban uno tras otro, unas veces bosques de carballos, otras de castaños y nogales. Dos subidas destacaban en el perfil de la etapa. La primera de ellas asequible a nuestras fuerzas. La segunda ascensión, de seis kilómetros, con escalonados de piedras, duros porcentajes y las fuerzas más mermadas, te obligaban a decir a quien te seguía..Tira tú si eso…Curiosamente siempre era César el que te adelantaba y que finalmente coronó toda la subida montado en su bici sin empujar. Cabr…
Las bajadas fueron el punto menos positivo de la ruta. Las dos que hubo, tras las duras subidas, fueron un embudo con largas colas de corredores y te veías obligado a detenerte cada pocos metros. Una lástima porque ambas eran bajadas técnicas, muy divertidas para hacerlas del tirón. En fin, esto es algo con lo que ya contamos de antemano cuando hacemos rutas populares.
El resto de parajes que recorrimos fueron, praderas de hierba recién segada, pequeños pueblos de animosas gentes que animaban sin descanso el paso de corredores, pero en cuyas calles rezaban desalentadores desniveles del 25%, frondosas riberas junto río Tera, que ahora recuerdo de un intenso color verde. Algún paso de lodo negro, donde metimos el pie bien a fondo de la encenagada charca. El sube y baja constante nos lleva por fin a los aledaños del pueblo donde nos aguarda la última rampa del día, la recta de meta en la calle principal. Aquella que recorrimos caminando la tarde anterior y que llegando a la altura de su fuente, punto de inicio de la pared de 300 metros, parece no tener fin y mermado de fuerzas como llegamos, parece imposible de llegar a la meta dando pedales.
(Nota: Para dar el punto de emoción necesario a la crónica, el párrafo que viene a continuación, ha de leerse recordando mentalmente la famosísima escena y banda sonora de la película Rocky, subiendo a la carrera las 72 escaleras del Museo de arte de Philadelphia ; )
Sin embargo, en el mismo momento en el que tu cerebro decide que ya es hora de dejar de pedalear, escuchas voces que te resultan familiares, cada vez más y más nítidas. No es un espejismo, levantas la mirada del suelo a pesar de que no quieres ver lo que te aguarda por delante, pero reconoces tu nombre entre los gritos de ánimo de la gente, mi mujer Mary, los niños Marta y Gonzalo, amigas como Eva, y otros desconocidos que contagiados por el júbilo y énfasis de estos, también se unen en el griterío. Entonces, embriagado por la emoción, sobreponiéndote al esfuerzo, con el corazón pugnando por salirse por la boca, aprietas los dientes y sacas las últimas fuerzas necesarias para entrar en línea de meta montado sobre tu bici haciendo caballitos. 05h45’18» en el luminoso. El punto final a una ruta dura fue un espectacular baño en el río Tera que nos acompañó durante gran parte del recorrido.
La organización, impecable en todos los aspectos, también tuvo presente a los acompañantes de los corredores y organizó para ellos una ruta senderista de 8 Km para conocer los alrededores de la zona. Cinco estrellas para el club deportivo El Pinar por ese detalle, así como por la abundancia de bebida ( bebí el mejor y más frío Aquarius de naranja del mundo) y comida en cada uno de los avituallamientos, señalización del recorrido y orientación en los cruces.
Resumiendo: Un fin de semana de 5 estrellas.
Las fotos en Flickr:
El track de la ruta en Wikiloc:
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=10242596
Un saludo bikernautas
Marter
Perfecto relato drl fin de semana no te dejastes ningun detalle.nene tu vales mucho.
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Pero….. te lo has leído? jejeje
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Gracias por venir, por la cronica y las esperas
Mil gracias a Mary por estar alli con mis ninos
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Faltaría más! Gracias a vosotros por vuestra hospitalidad.
Un favor te pediré. No recomiendes más empanadas, magdalenas y bizcochos a Mary por favor! Son mi perdición !!!
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Angel, la crónica genial!
Hasta me he emocionado al leer una crónica sobre mi tierra😄
Algún día coincidiremos por esos caminos😜
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Me encantaron vuestros bosques. Y me tentaron vuestras montañas. No descarto volver algún día a Pico Trevinca.
Saludos
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