En Madrid, el Cielo no anda lejos del Purgatorio.
Una garganta robusta y gris, en las solitarias vecindades del monasterio de El Paular. Allí el arroyo del Aguilón, un caudaloso afluente del Lozoya, interpreta con sus aguas el paso de las almas en la antesala del cielo, con un gran repertorio de espuma y remolinos. Monasterio y cascada están rodeados por el imponente marco montañoso del valle del Lozoya, donde sobresale la más alta cima de la región: Peñalara (2.428 metros).
No podíamos dejar de visitar un lugar con tan sugerente nombre. Un paraje único en todo el Valle del Paular. Un valle que dominado por cimas redondeadas, se rompe y se encajona en la zona del Purgatorio, formando este salto de agua. Las fuerzas geológicas comprimieron la montaña, que debido a su dureza, se quebró en escalones de paredes muy verticales. Las aguas recogidas en el arroyo Aguilón buscan las cotas más bajas saltando entre rocas, regalando este espectáculo.
Hacia allí nos dirigimos Mary, Paco, Julio et moi, en una soleada mañana de un atípico otoño.
La idea inicial era recorrer 34 kilómetros por los alrededores de Rascafría, presididos por la bonita estampa nevada del Pico Peñalara, recorrer el bosque de Finlandia por el camino de Papel, llegar hasta la cascada del Purgatorio, retroceder sobre nuestros pasos apenas tres kilómetros y hacer un recorrido contra corriente, paralelo al río de la Angostura o mejor dicho a estas alturas, al río Lozoya. Acercarnos al embalse del Pradillo, visitar el monumento al guarda forestal y finalmente una subida de 4 kilómetros con final feliz, o lo que lo mismo, con bajada endurera. Pero no, no pasamos del embalse del Pradillo. Unos 25 kilómetros.
El Pico Peñalara al fondo, tocando el cielo de Madrid
Estos bosques tienen una luz especial a primera hora de la mañana. Sus senderos, son una pista americana repleta de rocas y raíces, donde puedes practicar tus nociones básicas de equilibrio, hasta que el accidentado terreno se convierte en impracticable para las bicis y has de abandonarlas/esconderlas a 700 metros de la cascada. El resto del camino toca hacerlo a patita.
Puente sobre el Arroyo de Aguilón
El terreno escabroso nos obliga a portear las bicis durante algunos tramos hasta…
… que decidimos dejarlas escondidas y bien atadas en este lugar. No olvidéis un candado, no seáis como los Bichobola ; )
Aún restaban 700 metros de senderismo por un paraje impresionante.
Poco a poco los rayos de sol entraban en lo más profundo del cañón.
Fuimos previsores y no olvidamos llevar unos candados para dejarlas bien atadas. El río y sus recovecos te acompañan durante todo el trayecto. La fotos se suceden una tras otra, en horizontal, en vertical y en diagonal. No se pueden dejar pasar esos momentos. Uno se encarama en las rocas, otro aprovecha los vados más estrechos del río para cruzar al otro lado, una foto junto a una torrentera, otra de chupiteles congelados, un vídeo frente a la cascada inferior…Disfrutando como niños!
La primera cascada. Cascada Baja
Paco gozando con su sobredosis de paisajes, naturaleza y agua.
Mary también disfruta estas rutas turísticas.
De pronto se presenta ante nosotros la cascada principal, OHHHH! Con su apropiado mirador de madera, desde donde pudimos contemplarla largo tiempo. Tanto, que pudimos ir y venir hasta el fondo de la cascada en tres turnos distintos, dando margen a que la zona se llenara de senderistas menos madrugadores, más glotones y más pendientes de comer su bocadillo de chopped que de alimentar su alma. Y ciclistas poco previsores, porteando su bici a la espalda, hasta el último metro, gracias a su mala cabeza.
Encuentro en La Cascada Alta con Julio el explorador.
Punto de vista desde la la Cascada.
Si no fuese culé sería perfecto. ; )
Dejamos espacio en el mirador para los recién llegados y retomamos el camino de vuelta por donde vinimos. Encontramos nuestras bicis como las dejamos, bien escondidas y atadas. Los solitarios pasos están ahora poblados de grupos de jóvenes y parejas que se dirigen hacia la cascada. Nosotros continuamos hasta la bifurcación de nuestro track. Hasta ese momento no fuimos conscientes de lo rápido que pasa el tiempo cuando estás disfrutando. Tan solo un tercio del track recorrido en 4 horas! Decidimos alargar un poco más la excursión, porque alguno tenía mono de bici y necesitaba hacer cuantos más kilómetros mejor. Nos acercamos, por los bonitos senderos del Lozoya hasta el embalse de Pradillo, donde iniciamos otra intensa y extensa sesión de fotos.
Sentados en el embalse del Pradillo.
Vistas dedes el embalse de Pradillo. No puedo evitar comparar esta estampa con Canadá.(foto de archivo 09-05-2015)
Me faltó reprisssss! ; )
Agotadas las baterías de nuestras cámaras, regresamos al área recreativa de Las Presillas, donde nos refrescamos con unas buenas jarras de cerveza, comentado las anécdotas del día, sentados al sol de un atípico Noviembre.
De lo mejorcito del día. Cervezas. patatas fritas y buena compañía.Salud!
Queda pendiente esta ruta en sentido inverso y en temporada invernal. Espectacular!
Las fotos en Flickr:
El vídeo en Vimeo:
Saludos bikernautas.
Marter
Vaya ruta más chula!
Qué pena! Me la perdí 😩
Tenia el curso con Chus, que si no…..
La fotografía, espectacular!
Que decir de la crónica, muy buena😉
Un abrazo
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No tenías mal plan tú tampoco. La cascada seguirá ahí otro año o quizá se imponga una visita cuando lleguen las nieves.
Saludos !
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